HISTORIA


HISTORIA DE LA ESPELEOLOGÍA

Precursores

Quizás la espeleología sea la única actividad deportiva que utiliza en su nombre el sufijo griego logos (ciencia). Etimológicamente, la espeleología es el estudio de las cavernas.
Los primeros humanos que se adentraron en el oscuro mundo del subsuelo no eran espeleólogos, porque no buscaban conocer el medio en el que entraban, sino sencillamente, refugio, abrigo y protección. Entrar en una cueva, por tanto, no nos convierte en espeleólogos. Ni siquiera cuando en el siglo XVI Leonardo Da Vinci se asomó a un par de cuevas en Lombardía experimentando 'miedo y deseo; miedo por la atenazante y oscura espelunca; deseo por ver si allí dentro hubiese alguna milagrosa cosa'.
Por eso, si bien ha habido interrelación entre humanidad y cavidades, no será hasta el siglo XVII cuando podemos empezar a encontrar a quienes se atreven a ir a las profundidades de la tierra para conocerla más y mejor. Será un jesuita, Athanasisus Kircher quién escribió la primera obra espeleológica, Mundus Subterraneus donde todavía se nos habla de dragones y monstruos en el primer intento de hacer sobre este nuevo espacio un análisis sistemático. En el siguiente siglo, nuevos precursores como A. Vallisneri (fundador de la hidrología subterránea), G. W. von Leibniz (filósofo alemán estudioso de la paleontología y de las grutas volcánicas), G. Arduino (fundador de la estratografía moderna) y A. Volta siguieron con sus investigaciones y fruto de la utilización de métodos de medición y comparativas, pudo P.S. Pallas, bajo el mecenazgo de Catalina II, explorar las recónditas regiones de la Gran Rusia. Así mismo, el italiano Lindner alcanzó en 1841, el curso subterráneo del río Timavo a más de 500 metros de profundidad.


Espeleología moderna

El siglo XIX siguió con el desarrollo de los estudios subterráneos, pero no será hasta 1894 cuando Edouard-Alfred Martel publicó la obra Les abismes (Los abismos). En este momento es cuando se produce el gran giro que dará lugar a la espeleología moderna. Fue Martel quien acuñó el término y describió las técnicas primeras de progresión con las que pudo llegar a explorar 250 cavidades, alguna de ellas de más de 250 metros de profundidad. Colgado de una cuerda de cáñamo y sentado sobre un tablón, con un sombrero de fieltro y una vela en la mano, fue el primero que consideró la exploración directa como un medio para conocer las cavidades y estudiarlas con rigor científico. Por eso será reconocido por todos como el padre de la espeleología moderna.
En España será otro cura, Norbert Font i Sagué, quién a principios del siglo XX, de la mano de Martel introduce la espeleología. Gracias a hombres como Marian Faura y Rafael Amat, la espeleología se irá extendiendo por todo el territorio peninsular. En la primera mitad del siglo el auge de la espeleología fue en aumento en toda Europa. En los años cincuenta, otro personaje importante, Norbet Casteret prosiguió los trabajos comenzados por Martel.
Los materiales utilizados en las exploraciones fueron mejorando sustancialmente y en los años setenta se pasó de las escalas a las técnicas de solo cuerda. Este hecho marcó la gran revolución de la espeleología. El problema de las escalas era de tipo práctico: de un lado, lo voluminoso del material a transportar exigía un gran número de porteadores, por lo que tales expediciones podían ser realizadas por algunos pocos potentados que se podían permitir ese lujo; de otro, determinadas maniobras dentro de las verticales en las cavidades eran imposibles de realizar por lo angosto de los pasos. Utilizar la técnica de la sola cuerda posibilitó que un pequeño grupo de espeleólogos pudieran acometer exploraciones inimaginables hasta ese momento. La punta de las exploraciones subterráneas llegará, en año 2006, hasta los 2.158 m en la Sima Krúbera-Voronya


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